miércoles, 8 de abril de 2009

Y llegó la primavera. Brañacaballo 2189 m desde Millaró.

El mal tiempo llenaría las horas del último fin de semana de marzo. Las predicciones auguraban que aquel que se adentrara en tierras cuya cota superara los 800 metros recibiría como respuesta a su osadía fuertes nevadas y vientos acompañados de bajas temperaturas, todos estos comentarios arrastraban gran probabilidad de acierto según varias fuentes consultadas. Ante estos comentarios The South Face no se podía quedar quieto, famosos por aguantar con alegría las inclemencias meteorológicas, un pequeño grupo formado Jorgito y por el todavía renqueante Mr Churches se preparó para disfrutar una vez más de la montaña Leonesa. Desde la carretera las nubes adquirían formas que dejaban claro cuán atinados estaban los meteorólogos.



Sobre la marcha decidimos visitar la zona del puerto de Pajares, bastante desconocida para nosotros. Cerca de Villamanín la nevada comenzó con fuerza. Tal era la ventisca, que nos obligó, evidentemente contra nuestra voluntad, a tomar unos cafés con leche acompañados de unas buenas magdalenas. Entre el madrugón y ya que estábamos allí decidimos dirigirnos al Brañacaballo o cueto Millaró, un libro de la montaña Leonesa indicaba una sencilla subida. Así nos presentamos en Tonín, justo a tiempo para hacer un nuevo amigo.



Y poco más haríamos allí. La nieve volvió y según la guía, desde Millaró el desnivel era menor y sobretodo la ruta transcurría por un cordal hasta la cima, sería más sencillo orientarse en caso de poca visibilidad. A los pocos minutos llegábamos a nuestro destino y estábamos listos. El sol, a veces, nos recordaba que la primavera entraba con fuerza.



Tomamos una pista en la dirección en la que suponíamos que se encontraba el monte. Brillantes al sol, unas peñas cuyos nombres desconocíamos, asomaban.



Poca información daba nuestro libro sobre la ruta, simplemente seguir la cuerda. Encontramos una senda y huellas en la nieve, decidimos seguirlas.



Pronto las perdimos, para volverlas a encontrar al cruzar un río.



Algunas veces las nubes nos permitían ver lo que nos rodeaba.



Y el cielo, pocas veces se tornaba azul.



Las escobas nos empiezan a rodear, es evidente que en breve, nos hundiremos en la nieve y lucharemos contra sus ramas, una vez más practicaremos escóbing…hay que tomárselo con calma y respirar…



Por la nieve no se iba del todo mal. Comenzamos a buscar las zonas más nevadas con intención de evitar las temidas escobas.



Poco a poco ganábamos altura, y dibujábamos la ruta sobre una ladera con apariencia tranquila.



Incluso a veces sudábamos.



Por momentos la cuesta se hacía realmente píndia.



Era un día raro. Tan pronto nevaba copiosamente como notábamos el calor del sol en nuestras espaldas.



La nieve cada vez era más dura. No hubiera apostado que me pondría ese día los crampones cuando mojaba la magdalena en el café.



Cerca de la cima, el viento azotaba y la visibilidad disminuía con rapidez.



Ahora sí, las predicciones se cumplían. Viento, nieve y frío.



En varias ocasiones pequeñas lomas sucesivas nos hicieron pensar que eran la cima.



Pero finalmente el vértice geodésico nos indicaba el final de nuestra ascensión.



En medio del vendaval, la foto de cima con el banderín del Bar Llamas, nuestro patrocinador, se complicaba.



Las cervezas estaban ganadas. El frío comenzaba a congelarme la barba…y las manos.
Cuentan que desde esta cima se pueden ver cumbres desde los Mampodres hasta Peña Ubiña, no en vano es la cima más alta que se encuentra entre ellos. Tendremos que volver para confirmarlo. Ciertamente no vimos nada…



Tanta foto nos dejó las manos heladas, bajamos rápido y nos encontramos con el sol cuando más estaba nevando. Las manos entraron rápidamente en calor, primero con el cosquilleo clásico que precede a un intenso dolor.



Pero la niebla, la nieve y la montaña nos dejaban imágenes que nos hacían olvidar las manos.



Efectivamente, solamente había que seguir el cordal, desde aquí se veía claro. Nuestra vuelta por sendas y escobas fue simplemente un rodeo.



Estaba bonito.



Con un tiempo que no se aclaraba, bajamos bastante rápido, era fácil.



Ciertamente hubiera sido más gratificante subir por aquí, nos hubiéramos evitado las embestidas contra las escobas.



Al sacar una foto, un bastón decidió bajar más rápido, había que recuperarlo. Todas las puntas de los crampones clavadas en la ladera, bien.



Un buen final, aunque todas las fotos eran parecidas, sacaba la máquina constantemente.



La visibilidad disminuyó nuevamente, permitiéndome sacar una imagen con más ambiente.



Nos volvemos a encontrar con los piornos.



Pronto llegamos a la ermita, por la mañana no tenía tanta nieve.



Saco varias fotos del motivo.



Al fin, el pequeño pueblo, los tejados rojos parecen ir a juego con la cazadora de Jorge.



Otra foto a la ermita para finalizar la jornada. Habíamos sacado horas de actividad.



A pocos metros y digo metros de Millaró una cantera nos muestra sus violentos efectos sobre la tierra. Nos dejó bastante perplejos al llegar, pero al final del día entre la niebla y la nieve su tétrico aspecto nos dejo una triste sensación. ¿Cómo aguantaran los vecinos el ruido en los momentos de actividad? ¿Merece la pena destrozar un entorno tan hermoso? Yo vengo de lejos, pero al ver la montaña rota, me pregunto que sentirá aquel que haya vivido en estos valles, aquel que tenga recuerdos del pueblo y de las rocas que lo rodeaban.



Para el día siguiente habíamos pensado en el Susarón, según decían el tiempo empeoraba…De momento el plan inmediato lo teníamos claro…expedición al Barrio Húmedo de León…

2 comentarios:

Fallen Angel dijo...

Menudo día, eso sí, pateo rico rico! Como diría Arguiñano... :P

Ya volví del Atlas... No quiero decir na, porque lo iré narrando en el blog... De hecho, ya empecé.
Aunque vamos, como pista. Tengo la conciencia muy tranquila jaja
Pisapraos, sí, pero de cuatromil forever!! :D

Un besazo Borja & cía.

Para cuándo una quedada??

Fallen Angel dijo...

Se acabó (si alguna vez existió) mi mala suerte... jajajaja