lunes, 12 de noviembre de 2007

Paseo por Las Batuecas

Sin duda, esta excursión es más bonita escuchando al viejo Neil...



De pequeño tenía un profesor que solía decirme: "que estás en Las Batuecas", una expresión bastante salmantina que se utiliza para amonestar al alumno distraído, del estilo de "estás en Babia" o "estás en la inopia". Pues bien, este sábado estuve en Las Batuecas, un bonito valle situado justo en la frontera con Cáceres, un poco más allá de la Sierra de Francia.
Junto con el inefable Miguel Ángel Camacho y los Belloso Brothers nos dimos un paseo por este precioso valle para ver sus agrestes paisajes, su flora, su fauna y sus pinturas rupestres, que haberlas haylas.
En el aparcamiento nos dimos cuenta de que no estaríamos solos, pero también sabíamos que en cuanto nos alejáramos un poco de la ruta más conocida perderíamos a la gente.
Al principio el camino discurre paralelo al curso del río Batuecas, que da nombre al valle...


...y al monasterio de San José de Las Batuecas, cuyos muros hay que bordear. Es un lugar de retiro espiritual muy apreciado. Creo que el mismísimo Buñuel se instaló aquí cuando rodó su famoso documental de Las Hurdes, que están aquí al lado. El camino recorre bonitos parajes, como este puente de piedra...

...y lleva en poco tiempo hasta una vieja carbonera, construida para ilustrar una de las actividades tradicionales de los habitantes del valle.

En un momento cogemos un poco de altura sobre el cauce del río que se va encajonando.

Volviendo la vista atrás se ven los roquedos entre los que circula el río.

Al llegar a este lugar, donde las encinas crecen en medio de una pedrera hay que cruzar el río para poder ver las primeras pinturas rupestres.
Casi todas están protegidas por rejas, ya se sabe que la ignorancia es muy osada y no es la primera vez que algún cafre daña estos restos prehistóricos...
...que aquí se pueden ver con detalle: ¿eso es una cabra o un langostino?, nos preguntábamos atónitos. Bueno, vale que no está bien reírse de los pobres hombres paleolíticos que no están aquí para defenderse.
Este lugar con pequeños saltos de agua y pozas tiene su magia.
Otro aliciente de la excursión fueron los madroños que tenían sus frutos a todo color, si llego a saber hacer mermelada u orujo me llevo dos kilos para casa.
En lugar de seguir hacia la cascada de El Chorro, que intuimos tendría poca agua, decidimos volver un poco sobre nuestros pasos para tomar un camino que parece que no pero tiraba para arriba lo suyo. Nos dirigíamos hacia La Paya y el Payón, donde hay más pinturas rupestres.
Ese corte horizontal en la roca es la gruta en la que están las pinturas, ya solo queda un ratito de subida...
...ya está un poco más cerca...
...un esfuercito más...
...y ya estamos, con una vista magnífica de todo el valle

Efectivamente estaba cerrado con un candado. La última vez que vinimos pudimos pasar, pero ésta nos quedamos con las ganas. Eso sí, disfrutamos del paseo (dos horitas tranquilamente) vimos acebuches, robles, madroños, acebos... buitres, cabras monteses... incluso a este mamífero devorando a su presa, pobre empanada de chorizo.

El camino de vuelta igual, pero cuesta abajo, más gente y para terminar la jornada, el viaje de regreso a Salamanca escuchando un CD de chistes de Eugenio. Para no olvidar, oiga.

2 comentarios:

Antonio Hernandez Martin dijo...

Vaya felino devorando.

LGTorrens dijo...

Bonitos parajes. Salamanca es la tierra de mi madre, pero desde que murieron mis abuelos dejamos de ir. Ibamos por la zona entre Salamanca y Ciudad Rodrigo (al principio a una pequeña aldea, Aldonsillero, más que aldea era una finca, y después a La Fuente de San Esteban) Dan ganas de volver.

Un saludo.